lunes, 20 de mayo de 2013

La participación de los jóvenes en los Centros de Estudiantes en la escuela secundaria. Imágenes de la ciudadanía en las escuelas de la ciudad de Junín.




VI JORNADAS DE INVESTIGACIÓN EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL
Buenos Aires 3, 4, 5 y 6 de agosto de 2010
Sección de Antropología Social
Instituto de Ciencias Antropológicas
Facultad de Filosofía y Letras – UBA

Autores: Liliana Ponce, Cristian Alonso, Francisco Dimarco, Verónica Mengoni, Natalia Romero
Contacto: Lic. Liliana Ponce.  E-mail: lponce@unr.edu.ar
Institución: Instituto Superior de Formación Docente Nro. 129, Junín, Buenos Aires
Proyecto de Investigación: Sujetos, sujeción y subjetivación. Políticas de inclusión y construcción de ciudadanía de los jóvenes en la escuela secundaria.
Título de la ponencia: La participación de los jóvenes en los Centros de Estudiantes en la escuela secundaria. Imágenes de la ciudadanía en las escuelas de la ciudad de Junín.
GT 3 – Antropología y Educación: debates de investigación en contextos socioeducativos en transformación. Eje 3


Resumen:

En la actualidad, las políticas educativas en general y las normativas que rigen la escuela secundaria en particular, remarcan la necesidad de considerar a los adolescentes como sujetos de derechos y  de generar las condiciones institucionales para una democratización del espacio escolar. En la provincia de Buenos Aires, la normativa vigente fomenta la constitución y organización de los Centros de Estudiantes como organismo que representa a los alumnos,  defendiendo y asegurando el pleno ejercicio de sus derechos. En este trabajo, nos proponemos dar a conocer los avances de una investigación que tiene como objetivo conocer cómo los Centros de Estudiantes se inscriben dentro de la dinámica del gobierno escolar de cuatro escuelas secundarias de la ciudad de Junín  (a b c y d) en vistas a lograr la “participación juvenil” y la “autonomía estudiantil”.  A partir del uso de técnicas de investigación de carácter cualitativo y cuantitativo, hemos intentado reconstruir las imágenes ligadas a la ciudadanía y a la subjetividad juvenil de directivos y preceptores, los procesos de visibilización -o invisibilización de los jóvenes que atraviesan la implementación efectiva de esta norma, e incluso  de qué manera los propios jóvenes se vivencian como “ciudadanos activos” en la escuela secundaria.

Palabras claves: Centros de Estudiantes, Participación juvenil, Autonomía estudiantil





Liliana Ponce*
Cristian Alonso-Francisco Dimarco
Verónica Mengoni- Natalia Romero**
1. Introducción

En este trabajo, nos proponemos dar a conocer los avances de una investigación que se propuso analizar las formas de organización y el funcionamiento de los Centros de Estudiantes de cuatro establecimientos de la ciudad de Junín, en la provincia de Buenos Aires. El recorrido de nuestra investigación comenzó con el análisis de las normativas vigentes en el territorio de la provincia de Buenos Aires. A partir de allí, nos propusimos indagar de qué manera los jóvenes se organizan y actúan en el marco de los Centros de Estudiantes en cuatro escuelas secundarias emplazadas en el radio urbano de la ciudad de Junín: las Escuelas Medias Nro. a b c y d, cuáles son las “imágenes” que atraviesan las prácticas de ciudadanía de los estudiantes.
Dado que, en un contexto democrático, la generación de espacios institucionales de “diálogo” pretende resignificar la percepción que los jóvenes tienen acerca del “espacio público”, resulta de interés investigar de qué modo los estudiantes se apropian de las normativas vigentes para organizarse, dar a conocer sus demandas, inquietudes e intereses, construir sus propios canales de participación y alcanzar formas legítimas de representación en el ejercicio de su derecho a ser escuchados.
Puesto que la organización de los Centros de Estudiantes pretende estimular prácticas de ciudadanía que acompañen los procesos de cambio de una cultura escolar atravesada por la concepción de la escuela como institución “políticamente neutra”, cabe preguntarse  acerca de los alcances socio-políticos de esas prácticas en cuanto vehiculizadoras de una “autonomía estudiantil" que debe ser tematizada, en la medida en que la institución escolar, en general, históricamente ha visibilizado a los jóvenes como “objetos de cuidado” y de “recepción de la transmisión cultural”1 y no como “sujetos de reconocimiento”2.

2- Marco teórico

En la actualidad, las políticas educativas en general y las normativas que rigen la escuela secundaria en particular, remarcan la necesidad de considerar a los adolescentes como sujetos de derechos y  de generar las condiciones institucionales para una democratización del espacio escolar.
En la provincia de Buenos Aires, la normativa vigente3 fomenta la formación de los Centros de Estudiantes, definidos como una organización que representa los intereses y las expectativas de los alumnos dentro de la escuela, asegurando el pleno ejercicio de sus derechos, en el marco de la convivencia democrática dentro de la institución e impulsando formas de democratización del gobierno escolar. Las instituciones educativas deberán trabajar sobre los pilares democráticos de representatividad, protagonismo, organización y práctica política, configurándose como una organización que promueva ámbitos de participación democrática, con canales abiertos a la tarea compartida y a las decisiones consensuadas. Todo ello en la medida en que el ejercicio de prácticas democráticas institucionales consolida una educación para la democracia, la formación de ciudadanos y la construcción de una sociedad con mayor justicia social. La formación de organizaciones estudiantiles está destinada a abrir espacios de participación para el ejercicio de los derechos de los estudiantes en un contexto de interacción comunitaria, promoviendo un cambio en la cultura institucional que permita articular el proyecto educativo de la escuela con la constitución de los Centros de Estudiantes, puesto que el Estado debe garantizar un marco normativo y orgánico como herramienta para el desarrollo de los procesos que impliquen la democratización en las instituciones, la legitimidad de la representación y el respeto por los derechos de la comunidad educativa4.
Considerando a la “institución educativa” como una organización formada por un conjunto de actores relativamente autónomos con recursos, creencias e invenciones que le permiten resolver los problemas que poseen y con objetivos comunes5, como una construcción humana con relaciones de poder y zonas de incertidumbre y cambio, los miembros de esta organización se constituyen como agentes autónomos en la medida en que sean capaces de calcular, manipular e inventar estrategias en función de las circunstancias y del movimiento de pares. Dado que el comportamiento de los actores en la organización no es totalmente previsible, sino que depende del contexto, de las oportunidades y de las condiciones materiales y humanas, creemos que no es posible la consecución del ideal democratizador sino a partir de condiciones de posibilidad reales e institucionales materializadas en prácticas.
De allí que sea necesario preguntarnos acerca de los aspectos organizativos de los Centros de Estudiantes: qué procesos se llevan a cabo en el funcionamiento propio de la  organización estudiantil, cuál es la dinámica y cuáles son los mecanismos que se establecen a la hora de la toma de decisiones del cuerpo, de qué manera instituyen y consolidan formas de participación de toda la población estudiantil, sin olvidar el rol de promoción y estímulo a la participación que puede cumplir –o no- la gestión directiva de la institución.
Entendemos por “participación juvenil” la “capacidad de los jóvenes de organizarse colectivamente con el fin de negociar, presionar, enfrentar, gestionar y movilizar energías conjuntas para incidir en la distribución de activos materiales y simbólicos”6 que afectan las condiciones en que se desarrolla la propia vida, tanto en espacios públicos como en privados (la familia, la escuela, la calle, el grupo de amistades). Esta participación no puede ser un acto impuesto u obligado, sino que es voluntaria, consciente, democrática, colectiva, organizada y dinámica, y requiere sentido de pertenencia, capacidad de acción y de intervención. En este punto, cabe preguntarnos de qué manera los jóvenes participan efectivamente en los Centros de Estudiantes, cómo son convocados por las autoridades a reunirse bajo esta figura jurídico-política en la Escuela Secundaria, cómo construyen sus dispositivos de legitimación y hasta qué punto se convierten en sujetos protagónicos de la vida institucional.
Considerando que la “autonomía estudiantil” es esa capacidad de tomar decisiones y llevar adelante acciones  guiadas solamente por el espíritu, expectativas e intereses propios de los estudiantes, sin recibir ningún tipo de influencia de actores externos7, es válido interrogarse también hasta qué punto los Centros de Estudiantes se constituyen en verdaderos órganos que representan a los estudiantes, hasta qué punto su acción no está mediada por las demandas, intereses e inquietudes de otros actores externos a la organización, tales como directivos y/o profesores.
A nuestro entender, para que la organización estudiantil pueda posicionarse en la dinámica de la institución escolar en los términos requeridos por la normativa vigente, se hace necesario “visibilizar” a los jóvenes en su “modo de ser” propio. Como señala Dina Krauskopf, sólo una “visibilización positiva” permite la participación protagónica y la inclusión dentro del sistema8. Si la mirada “adultocéntrica”9 orienta la percepción de los estudiantes por parte de aquellos que deben crear las “condiciones de posibilidad” para la democratización del espacio escolar, nos encontraremos con una visión “negativa, estigmatizante o descalificatoria”, que se traducirá en prácticas paternalistas, burocráticas y/o autoritarias al momento de la organización y funcionamiento de las actividades de los Centros de Estudiantes.
Por lo tanto, si la Educación Secundaria apunta hoy a estimular procesos de ciudadanización de los jóvenes, esto es, de empoderamiento y no de disciplinamiento social, esta  “mirada adultocéntrica” se configurará como un obstáculo frente a los procesos de “reconocimiento” de la “condición ciudadana” de los estudiantes. Puesto que desde el punto de vista jurídico-legal, esta “condición ciudadana” puede ser calificada en términos de “ciudadanía restringida”10; nos interesa entonces establecer cómo se juega esta condición en el ámbito de la escuela, en cuanto espacio público real de participación juvenil. Ya no se trata de formar “ciudadanos para el futuro”, posdatando la participación activa de los jóvenes; sino de interpelarlos como actores institucionales y sociales para comprometerlos en acciones de interrelación, de asunción de responsabilidades, de generación de vínculos y de lazos sociales que tomen la forma de proyectos colectivos de trabajo compartido.

3- Metodología utilizada

Basamos el abordaje de nuestra investigación sobre el paradigma cualitativo, en vistas a  comprender los procesos que se llevan a cabo en los Centros de Estudiantes y sus modos de  interacción con los distintos actores y con la institución escolar, ya que consideramos que resultaría insuficiente  trabajar nuestra temática con  tendencias porcentuales y cifras del orden cuantitativo solamente.
Sin embargo, para tener una primera aproximación al fenómeno que nos ocupa, administramos una encuesta destinada a miembros de la población estudiantil que cursan el 2do. Año de Nivel Polimodal de las Escuelas a b c y d con el propósito de obtener información acerca de las opiniones, sentimientos y creencias de los  estudiantes respecto del Centro de Estudiantes y las normativas que rigen la escuela en general.
En un segundo momento, realizamos entrevistas focales a los miembros de los Centros de Estudiantes de las Escuelas a y c, en vistas a identificar su conocimiento respecto de la normativa vigente acerca de la estructura y funcionamiento de los Centros de Estudiantes, las formas de organización y conformación de los Centros, el tipo y las formas de participación de la población estudiantil y el tipo de actividades que realizan con el objetivo de analizar el impacto de los Centros de Estudiantes en la vida de las instituciones investigadas.
También se llevó a cabo una entrevista informal a los miembros del Centro de Estudiantes de la Escuela d y se realizaron entrevistas semiestructuradas a los directivos de las instituciones para conocer sus representaciones acerca de los Centros de Estudiantes, las formas de promoción y de apoyo por parte de la dirección respecto de las actividades de los Centros e indagar las percepciones de los directivos respecto de las acciones efectivamente implementadas por los estudiantes en el marco de ese organismo.

4- Reseña de los datos obtenidos

Se administraron 114 encuestas a estudiantes de 2do. Año del Nivel Polimodal de las Modalidades de Economía y Gestión de las Organizaciones (EGEOr), de Ciencias Naturales y de Arte, Diseño y Comunicación (ADyCO) de las Escuelas b  c y  d. Las encuestas destinadas a los estudiantes de Nivel Polimodal de la Escuela 6 no pudieron realizarse.

Imagen Nro. 1: Encuestados por escuelas y modalidades

En las entrevistas focales a los miembros de los Centros de Estudiantes participaron el presidente y dos vocales de la Escuela Media c, el presidente, la vicepresidente, el secretario, el tesorero y un vocal de la Escuela Media a y en la entrevista seministructurada a los miembros del Centro de la Escuela d, participaron el secretario y un vocal. Según datos obtenidos, la Escuela Media b, no cuenta con un Centro de Estudiantes en funcionamiento.
Finalmente, fueron consultados los directores de la Escuelas Media c y de la Escuela d y la vicedirectora de la Escuela Media b.


5- Descripción y Análisis de los datos recolectados:

A continuación presentaremos la descripción de los resultados obtenidos a partir de una primera categorización de los datos obtenidos.
a)      Respecto del conocimiento de las normativas: los testimonios de los estudiantes manifiestan un desconocimiento de la normativa vigente, en la medida en que no las leyeron o su interpretación está mediada por la palabra del director
b)      Formación del Centro de Estudiantes: los estudiantes de las escuelas Medias Nro. a y c manifiestan haber participado activamente en la conformación del Centro, en cuanto armaron dos o tres listas, hicieron conocer sus propuestas y fueron elegidos a través del sistema de elecciones. Los estudiantes de la Escuela d manifiestan que fue el director quien seleccionó a los miembros del Centro y asignó los diferentes cargos.
c)      Elección de los estudiantes: en las escuelas donde se hacen elecciones, estas se llevan a cabo anualmente, y participa toda la población estudiantil. En las elecciones generales, se vota a los miembros de la Comisión Directiva del Centro y en los cursos, se vota a los delegados que irán a representarlos en las Asambleas de Estudiantes11.
d)      Funcionamiento del Centro de Estudiantes: las reuniones se realizan mensualmente, fuera del horario escolar y participan los miembros de la Comisión Directiva y los delegados de los cursos. Sin embargo, en la medida en que los delegados de los cursos no fueron elegidos para representar a los estudiantes en el Centro, suelen faltar a las reuniones. Sólo algunos hacen llegar las inquietudes de sus compañeros y aportan ideas. En general, su función consiste en dar a conocer los proyectos aprobados en el seno de la Comisión Directiva.
e)      Formas y grados de participación de los estudiantes: En las escuelas donde se realizan elecciones, la masa de la población estudiantil participa a través del voto. En algunos casos, los miembros del Centro de Estudiantes participan en las reuniones del Consejo Institucional de Convivencia, pero no en calidad de miembros del Centro de Estudiantes, sino como alumnos.12 Como hemos visto, la participación en las Asambleas a través de los delegados por curso es escasa y poco representativa de los intereses e  inquietudes de los estudiantes.
f)       Intereses y percepciones de los estudiantes: en este punto, vamos a combinar el resultado de las encuestas realizadas a los estudiantes de 2do. Año de Nivel Polimodal de las escuelas seleccionadas, con los testimonios de los miembros de los Centros de Estudiantes y vamos  a establecer una diferencia entre:
- intereses y percepciones de la masa de la población estudiantil:
En la Escuela Media c, el 60 % de los estudiantes conoce la existencia del Centro de Estudiantes, el 90 % manifiesta haber participado en las elecciones de la Comisión Directiva y el 80 % dice saber cuáles son sus funciones. El 80 % considera que el CE se ocupa de las necesidades de los alumnos, y reconoce como preponderantes las actividades deportivas (18%). El 20 % considera que el centro no realizó “ninguna” actividad, por lo cual no representa sus intereses.

Imagen Nro. 2. Resultados Escuela Media c

Imagen Nro. 3. Resultados Escuela Media c

En la Escuela d, todos los estudiantes manifiestan conocer la existencia del Centro de Estudiantes, cuáles son sus funciones y cómo se eligen sus miembros. A pesar de los testimonios de los miembros del Centro, el 48 % manifiesta haber participado en las elecciones de sus miembros. El 68 % considera que se ocupa de las necesidades de los estudiantes pero, contradictoriamente, el 54 % considera que no realiza “ninguna” actividad.

Imagen Nro. 4 . Resultados Escuela d

Imagen Nro. 5, Resultados Escuela d

En la Escuela Media b, la mayoría de los estudiantes dice desconocer la existencia o no de un Centro de Estudiantes (71 %), cuáles son las funciones que cumplen los Centros (66 %) y cómo se eligen sus miembros (68%). Además, manifiestan no haber participado en ninguna elección y no haber formado parte de la Comisión Directiva. Esto puede ser explicado, combinando estos testimonios, con los dichos de la Vicedirectora, por la falta de funcionamiento de un Centro de Estudiantes dentro de la institución.

Imagen Nro. 6. Resultados Escuela Media b

Imagen Nro. 7. Resultados Escuela Media b

- intereses y percepciones de los miembros de los Centros de Estudiantes:
En la Escuela Media c, los miembros del Centro de Estudiantes manifiestan estar preocupados por la escasa participación de los estudiantes en las actividades propuestas, la falta de representatividad de los delegados y el escaso compromiso en general en las actividades propuestas. Están interesados fundamentalmente en el mantenimiento edilicio, la flexibilización de ciertas normas de convivencia escolar y en la organización de talleres de apoyo para los estudiantes con bajo rendimiento académico.
En la Escuela d, los miembros del Centro de Estudiantes no están preocupados por la participación de los demás alumnos, ya que se consideran apoyados por los delegados de los cursos, por los docentes y por el director de la institución. Consideran que pueden “hacer lo que quieren” dentro de los límites de la escuela, aunque también su mayor preocupación es el mantenimiento del edificio y la organización de actividades recreativas.
En la Escuela Media a, los miembros del Centro de Estudiantes dicen que  tratan de hacer valer la voz de los delegados, y la de los demás estudiantes. También se manifiestan interesados en trabajar en forma articulada con otros Centros de Estudiantes, y no se sienten apoyados por los docentes para estimular la participación de todos los alumnos.
g)      Percepciones de los directivos: los directivos entrevistados coinciden en que la importancia del Centro de Estudiantes radica en que su capacidad de “nexo” o de “puente” entre los diferentes actores institucionales (preceptores, profesores, directivos y estudiantes), en vistas a resolver “problemas” propios de la gestión (conflictos, situaciones adversas) o a “representar” a la escuela ante organismos externos. En algunos casos, los directivos están preocupados por la continuidad y por la institucionalización del Centro como legitimadora de ciertas formas de la organización escolar. En otros casos, los directivos manifiestan una cierta mirada negativa respecto a la participación y el compromiso de los jóvenes. En ningún caso los directivos hicieron alusión a los objetivos de la organización y el funcionamiento de los Centros de Estudiantes como instancia para la formación en prácticas de ciudadanía juvenil y de democratización del gobierno escolar. En general, esperan que la participación de los Centros los ayuden a resolver “situaciones conflictivas”, casos graves de “indisciplina” o que colaboren a detectar o a solucionar “problemas” tales como las adicciones, la limpieza y el mantenimiento del edificio.
h)      Acciones de la gestión directiva: los directores de las distintas instituciones manifiestan que el “derecho” de los estudiantes es, fundamentalmente, un derecho a la educación de calidad, si bien la “calidad” está directamente relacionada con el rendimiento académico y las conductas de los estudiantes. Si el derecho es educarse, la obligación es entonces “estudiar”. Aquellos directores que no han podido lograr la conformación del Centro están más preocupados por la escasa participación o el escaso compromiso de los alumnos para acompañar la gestión directiva.
i)        Relaciones del Centro de Estudiantes con los directivos de la institución: los directivos manifiestan promocionar la conformación y la participación de los estudiantes en los Centros. Sin embargo, en algunos casos, más que un estímulo, se trata de una forma de organización paternalista y burocrática, ya que en general se los convoca a los estudiantes en situaciones de conflicto o de indisciplina.
j)        Actividades del Centro de Estudiantes: están centradas fundamentalmente en el mantenimiento de la estructura y limpieza del edificio, en la compra de libros para la biblioteca, la organización de actividades deportivas y recreativas, tales como torneos y fiestas.

6- Aproximaciones al fenómeno investigado:
Los cambios que enfrentan las sociedades a comienzos de este siglo han transformado significativamente la vida de los adolescentes y jóvenes y, fundamentalmente, el papel y el lugar de la escuela en el marco de las instituciones. Las políticas de inclusión social hacen necesaria la apertura de espacios de participación juvenil  encuadrada en el reconocimiento de sus derechos y capacidades. Tanto los derechos civiles como políticos de los adolescentes y jóvenes han tomado un lugar preponderante desde las perspectiva de las normas relativas a la organización de instancias de participación en el espacio escolar.
En la provincia de Buenos Aires, las normas en torno a los Acuerdos Institucionales de Convivencia, los Centros de Estudiantes y los nuevos Diseños Curriculares para la Educación Secundaria, dan cuenta del interés de las autoridades educativas por la formación de una ciudadanía activa, comprometida con el entorno socio-cultural, legitimando prácticas de participación ciudadana para todos los jóvenes.
Sin embargo, para que la escuela se constituya en un lugar para la formación ciudadana, es necesario que las políticas de gestión escolar de los equipos directivos estén sustentadas en un paradigma que permita la visibilización de los jóvenes como sujetos de derechos y capacidades propios, para evitar situaciones de “reconocimiento erróneo”.13 Ser reconocido por otro como sujeto es entonces una condición necesaria no sólo para consolidar la propia subjetividad y afirmarse en su identidad, sino también para poder interactuar con los demás.
Como señala Krauskopf14, los paradigmas que permiten ubicar la juventud en el tejido social, se han ido modificando y pueden ser clasificados como:
a) tradicionales: destacan a la adolescencia y a la juventud como un período preparatorio para el futuro, enfatizando el carácter de “transición” de esta etapa que se sitúa entre la “niñez” y la “adultez”.
b) reactivos: enfatizan a la juventud como “problema”, como “edad difícil” y fomentan prácticas “preventivas”, de “atención” y de “control” para evitar “riesgos”.
c) avanzados: reconocen a las personas en la fase juvenil como ciudadanas, productoras de cultura y actores estratégicos del desarrollo, destacando el rol protagónico de los jóvenes en la renovación permanente de las instituciones.
Esto no significa que el pasaje de un paradigma a otro siga una evolución lineal y un ritmo de desarrollo creciente, ya que actualmente coexisten en las políticas de gestión y planificación educativa. Si nos atenemos a las normas dictadas y a las acciones efectivamente implementadas, podemos observar una distancia entre lo que podríamos llamar el “espíritu” de la norma y su “materialidad” concreta en la institución escolar.
Conforme a las categorías teóricas enunciadas, podemos decir que en los dos primeros casos se trata de un tipo de “reconocimiento erróneo”, en la medida en que se trata a los jóvenes no como “sujetos de derecho”, sino como “objetos de cuidado”. Esto significa que, en cuanto se considera y se define a los jóvenes como “carentes” o “en riesgo” se limita su participación y se los inscribe en una relación de oposición “jóvenes/adultos”, “docentes/estudiantes”. Estos paradigmas favorecen una mirada descalificatoria y estigmatizante del hecho de “ser joven”.
Desde este marco teórico referencial, intentaremos responder a la pregunta: ¿cuáles son las imágenes de la juventud que tienen los directivos de las instituciones?
En primer lugar, podemos observar que, en el nivel de los discursos, los Centros de Estudiantes son percibidos por los directivos como si se tratara de estimular una participación protagónica de los jóvenes, dados el papel fundamental y la importancia atribuida por los testimonios respecto de la existencia efectiva de los Centros. Sin embargo, en los hechos, pareciera que los directivos esperan que aquellos se configuren en actores protagónicos para la resolución de los problemas propios de la gestión directiva, tales como las situaciones conflictivas, los problemas de “disciplina” y de conducta de los alumnos. Estas expectativas se articulan con una “mirada” acerca de los jóvenes donde predomina el carácter de etapa-problema o como etapa-preparatoria para la adultez, en definitiva, con una mirada adultocéntrica. Esto se manifiesta explícitamente en los dichos de los directores cuando hacen referencia a “la falta de compromiso”, “la escasa participación”, la “ausencia de proyectos”, o incluso cuando señalan que “no los van a dejar solos” para actuar.
Ahora bien, ¿cómo se relacionan el “enfoque de derechos”, las “prácticas de ciudadanía” y una gestión directiva organizada en torno a una mirada “adultocéntrica”?
Puesto que el concepto de “ciudadanía” se ha ido transformando al ritmo de las luchas por el reconocimiento de los derechos, cuando hablamos de los “derechos de los jóvenes”, de algún modo hablamos también del “derecho a ser jóvenes”. De allí que el fortalecimiento de las capacidades ciudadanas y la ampliación del sentido de la “condición ciudadana” de los jóvenes se presente como ineludible al momento de la construcción de espacios de participación juvenil en la escuela secundaria.
Hablar de “condición ciudadana” de los jóvenes implica ampliar los rasgos de la identidad juvenil que se pretende construir en la escuela. No se trata simplemente de que los jóvenes conozcan los “derechos y obligaciones” que los asisten a partir de los 18 años, sino de fortalecer prácticas sociales que posibiliten una nueva forma de relación entre los individuos histórico-sociales con el espacio público  como espacio común15, como espacio compartido con los otros y regulado por el Estado. Este “enfoque de derechos” deja de lado el rasgo descalificatorio del paradigma de la adolescencia como problema y el rasgo infantilizador del paradigma de la adolescencia como preparación, para visibilizar a los jóvenes como sujetos “capaces” de intervenir activamente en la cotidianidad de su entorno.
Podemos decir entonces, con respecto a las prácticas de ciudadanía, que la mirada adultocéntrica de profesores y directivos, obstaculiza la creación de espacios de participación protagónica de los jóvenes en la toma de decisiones consensuadas para la gestión y explica las escasas o inexistentes expectativas de participación de todo el conjunto de la población estudiantil. En primer lugar, hemos podido observar que los directivos no fomentan los canales de comunicación de los derechos que asisten a los estudiantes, en la medida en que las normativas no han sido objeto de discusión y de reflexión entre jóvenes y adultos. En segundo lugar, hemos podido observar que aún los miembros de los Centros de Estudiantes desconocen la potencialidad de la organización estudiantil como transformadora de una cultura institucional actualmente basada en la relación jerárquica y en la administración del “cuidado”. Los miembros de los Centros desconocen la necesidad de construir legitimidad a través del consenso y, en cierto modo, desconocen también los intereses y necesidades de sus representados. Sus actividades están centradas en la organización de torneos, fiestas y en la recaudación de fondos y, como tales,  tienden a cubrir las demandas de los directivos. Esto permite comprender que los deseos de participar de los demás estudiantes se vean debilitados.
Para que la interacción entre jóvenes y adultos se transforme en una práctica de cambio de la cultura institucional, es indispensable el reconocimiento mutuo. A pesar de la asimetría intergeneracional, se hace necesario un diálogo que propicie relaciones de cooperación y de empoderamiento mutuo entre grupos de diferentes edades. Una participación genuina de los jóvenes en el espacio escolar implica dar la voz a los estudiantes, escuchar sus demandas, establecer canales para la propuesta de iniciativas, asesorarlos y acompañarlos. Cuando las acciones están orientadas exclusivamente por las necesidades, expectativas e intereses de los adultos, no hay más que “participación simbólica”.
Fortalecer la participación es otro modo de fortalecer la identidad y el reconocimiento propio, para lo cual es necesaria una visibilización “positiva” del otro. Esto significa que “participar” no es simplemente “estar informado”, o “invitar a participar” en tareas accesorias. “Participar” es “ser parte de”, “estar involucrado”, reconocer-se a sí mismo en las acciones emprendidas, en los compromisos asumidos, en los proyectos colectivos. Reconocer-se a sí mismo y, al mismo tiempo, reconocer al otro que, como yo, responde al ser llamado ante el espacio público.
Si analizamos los testimonios a la luz de estas categorías, podemos decir que los estudiantes no se re-conocen como portadores del derecho a compartir la gestión del espacio público de la escuela. Ellos consideran que no es una cuestión de su competencia la intervención en el gobierno de las unidades educativas, ni siquiera para aportar una “mirada”, la mirada del joven sobre la dinámica escolar. Con esto, va a ser difícil la consecución de una democratización del espacio escolar.
Además, en la medida en que los jóvenes no conciben el espacio escolar como territorio para el ejercicio de sus derechos y capacidades, no se observan comportamientos ni expectativas de acción que tiendan  a la consolidación de la “autonomía”. Por el contrario, los mecanismos de “participación” puestos a su disposición, pueden fomentar, contra las intenciones de la política de inclusión y los programas de planificación escolar, la “ilusión” de la autonomía.



7. Conclusiones:
Una de las categorías teóricas que atraviesa nuestra investigación es el concepto de “ciudadanía”. A lo largo del siglo XX, el concepto de “ciudadanía” se ha ido ampliando al ritmo del reconocimiento de los derechos que poseen los individuos frente a los otros y frente al Estado y en los últimos años, el discurso político acerca de la ciudadanía ha retornado en el ámbito de la reflexión ético-política.
En este sentido, adquieren una dimensión particular los procesos de subjetivación de los individuos histórico-sociales y las formas de reconocimiento institucionalizadas en las prácticas. Cuando hablamos de reconocimiento, hacemos referencia a los términos de una relación recíproca entre dos individuos, en la que cada uno de los polos reconoce al otro como sujeto. Hoy, las reivindicaciones atañen al reconocimiento de la diferencia. En la práctica política, de lo que se trata es de ampliar la base de la participación democrática a todos los actores de la vida social e institucional.
En la Escuela Secundaria, la introducción de ciertas prácticas ligadas al ejercicio de la ciudadanía (la creación del nuevo Espacio Curricular “Construcción de Ciudadanía” para la Educación Secundaria Básica, el estímulo a la participación de los jóvenes en los Centros de Estudiantes y en los Consejos Institucionales de Convivencia), se inscriben en el marco de la producción de “nuevos sujetos”, sujetos jóvenes comprometidos en la construcción del “espacio público”.
Las normas que regulan las prácticas de las instituciones escolares dicen fundarse explícitamente en una concepción del adolescente y del joven como “sujeto de derecho”, frente al enfoque tradicional según el cual el joven se define en relación a una falta o una carencia: la falta de “madurez” propia del adulto. Este “enfoque de derechos” parte del supuesto de que el ejercicio de la ciudadanía implica “responsabilidad” y “compromiso”. De alguna manera, de lo que se trata es de incluir –o hacer explícita- en el espacio escolar una dimensión que, por el momento, parece permanecer encubierta o, al menos, soslayada, su dimensión “política”.
El enfoque de derechos subraya la necesidad de reconocimiento de la condición ciudadana de alumnas y alumnos y su capacidad de poder-hacer (empowerement). Es por ello que cabe preguntarnos si,  efectivamente, las prácticas de ciudadanía en el marco de los Centros de Estudiantes en la Escuela Secundaria, dan lugar a los procesos de reconocimiento. O si bien, en  nombre del reconocimiento, las prácticas efectivas terminan por encubrir cierto desconocimiento de la diferencia, en la medida en que sólo emerge cierto reconocimiento “simbólico”: reconocimiento de un poder-hacer articulado a las inquietudes y necesidades de los adultos. Con la institucionalización de estas prácticas, se corre el riesgo de introducir nuevas formas de dominación voluntaria y de emancipación ilusoria.
Por lo tanto, consideramos que si la escuela pretende inscribirse como ese “espacio público” en el que coexisten adolescentes y adultos, espacio común y compartido de ejercicio de las relaciones de poder, debería establecer reglas de juego que permitan la emergencia de “la diferencia” y del “conflicto”, en lugar de estimular prácticas de homogeneización y de subordinación de los intereses de los jóvenes a las inquietudes propias del mundo adulto.

8- Notas:

* Lic. y Prof. en Filosofía, Master en Ciencia Política. Docente e Investigadora del ISFD 129 de Junín, Provincia de Buenos Aires. E-mail : lponce@unr.edu.ar. 15 de mayo de 2010.
** Estudiantes de 3er. Año del Profesorado en Historia del Instituto Superior de Formación Docente Nro. 129 de Junín, Provincia de Buenos Aires.
[1] Batallán y Campanini (2008).
2 Honneth (2006).
3 Resolución 4900/05 de